miércoles, 6 de mayo de 2009

La instalacion de una bodega de vinos

Uno de los grandes éxitos de la Gran Bretaña en el control y comercio de vinos, siendo un país que no produce ningún caldo aceptable, ha sido la habilidad para conservarlos en las frías y húmedas bodegas de Londres y de Bristol principalmente. Allí, en silenciosas penumbras, el vino no sólo se ha mantenido en perfectas condiciones, sino que en algunos casos, cosechas importantes se han añejado en las centenarias pipas de roble allí almacenadas. Pero si bien ese ideal de bodega no suele estar al alcance de todos, sí puede que disponga de un sótano o una habitación poco afectada por el sol, ya que la temperatura debe ser lo más estable posible y más bien baja, entre doce y catorce grados centígrados está el ideal. Por supuesto los grados de tolerancia son mayores, pero lo que desde luego es muy perjudicial para cualquier caldo son las oscilaciones muy acusadas de una época a otra del año. Es infinitamente mejor superar los márgenes antes señalados por debajo que por arriba, por una sencilla explicación: el calor puede acelerar el envejecimiento de los vinos y en la mayoría de los casos se embastecen y pierden finura. La humedad si es excesiva, puede llegar a deteriorar el corcho de las botellas, pero para ello es realmente elevado el grado de humedad a que deberían estar expuestas. Lo que sí es absolutamente necesario, es que la habitación o cueva cuente con respiraderos y una ligera ventilación. Pero ¡ojo! la excesiva ventilación puede secar los corchos de las botellas y provocar una oxidación del vino completamente anómala. Es preferible pecar de humedad y falta de ventilación, en cuyo caso extremo, a los pocos años las botellas comenzarían a aparecer con esos mohos que tanta ilusión hacen a algunos degustadores avezados, y que sin embargo en lugar de ser garantía de una calidad añeja dado el venerable aspecto de la botella, el vino puede estar dañado.

La luz debe ser lo más escasa posible e indirecta. Jamás debe instalarse luminotecnia en la bodega como si de otra habitación más se tratase, y menos montar mesas, cocinas, etc., para utilizar la cámara a modo de lugar de reunión. El vino necesita oscuridad y tranquilidad. En este sentido, puede servirnos de anécdota la disposición dictada en la ciudad de Logroño en el siglo XVII, y que prohibía el paso de carruajes por la Rúa Vieja «en atención al mucho vino almacenado en las bodegas subterráneas, y a las vibraciones que con el paso de tales carruajes se originaban, estimadas como dañosas». Es decir, hace tres siglos que tenían muy claro la necesidad de cuidar los caldos con las atenciones que tan precioso líquido requiere. Pero como antes decíamos, no todo el mundo puede disponer de sótano para instalar allí su bodega, y en ese caso será necesario recurrir a la habitación o lugar de su casa, que reúna el mayor número de requisitos de los anteriormente apuntados. Será su sentido común el que le lleve a buscar el hueco de la escalera, ese aseo infra-utilizado con escobas y cajas de embalar vacías, etc., y en última instancia un rincón del cuarto trastero o un armario empotrado. Allí donde la temperatura sea más baja, haya menos luz y cierto grado de humedad, allí debemos instalar los botelleros.

El botellero puede ser de madera, de plástico, metálico o incluso para empezar le pueden servir las cajas de los propios vinos, las cuales con sus separaciones de cartón, permiten colocar las botellas horizontalmente y separadas unas de otras.

Para el que viva en pisos o apartamentos con calefacción central, y por tanto oscilaciones de temperatura muy acusadas, hay a la venta, en los comercios del ramo, una especie de armarios ya preparados para la colocación de botellas según los tres grandes grupos: tintos, blancos y cavas. Los mayores tienen una capacidad de almacenamiento de unas 300 botellas lo cual permite mantener un aceptable stock, aunque los hay para alojar un centenar.


LA ELECCION DE LOS PRIMEROS VINOS

Resulta difícil señalar caminos o apuntar opciones en algo tan personal como el gusto o la preferencia a la hora de seleccionar los caldos de su bodega Por un lado, existe tal cantidad de posibilidades, que solamente se puede llegar a concretar por medio de la reducción. Ya llegará el momento en que sus conocimientos teóricos, refrendados por la experiencia degustatoria, le irán dictando preferencias.

Por el momento acerqúese a los tintos y a los blancos, y deje los rosados para más adelante. Las calidades de los dos, primeros y su amplia difusión, los hace ser más apreciados y consumidos, y en ambos existe un mayor número de opciones, desde extra-secos a muy dulces. ¿De qué dependen estas calidades? Son tantos los factores que intervienen (clima, cepas, tierra, tiempo de fermentación, tipo dé envejecimiento, etc.), que resulta poco menos que imposible dictar normas universales, pero sí información general para que una vez comprada la botella y probado su contenido, éste se ajuste a sus espectativas.

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