miércoles, 6 de mayo de 2009

Historia de la Numismática

El desarrollo más importante de la numismática se producé en los albores del siglo XVII, en el que se comenzaron a publicar tratados de iconografía y artes monetarias. Después, ya entrado el siglo XIX esos estudios se completan y amplían con otros sobre tipología, metrología, ponderales y dinerales, y aparecen las monografías sobre las grandes colecciones de monedas y medallas de una zona, de un país o de un continente y que, por supuesto, están en los grandes museos de París, Londres, Berlín, Nueva York, Viena, Madrid, etc.

Las primeras acuñaciones

Si bien antes se ha citado la Grecia de Homero, las primeras huellas de acuñación aparecen en Asia Menor y la India. En la Lidia de Creso (560-546 a.C.) se comienza a utilizar el oro y la plata en la acuñación de monedas y lo más destacable, el «oro blanco» es decir, la aleación de ambos metales preciosos. Las monedas eran* alargadas con grabados muy toscos, y su valor se establecía en función de la cantidad de oro o plata, que solía oscilar alrededor de los ochó gramos.

En la India las primeras monedas son de plata, cuadradas y con incisiones muy elementales en ambas caras. Después se comenzó a utilizar el cobre en formato cuadrado o redondo.

Pero es en Grecia donde las primeras monedas adquieren una belleza y unas calidades excepcionales; la gran mayoría tomó motivos del mundo animal para reproducir en sus caras: el águila de Zeus, la aveja de Efeso, el buho de Atenas, numerosos toros, palomas, etc. Con posterioridad, los anversos de las monedas que hasta el siglo II antes de C. habían sido de lo más escuetos en signos y, desde luego, sin inscripción alguna, comenzaron a llevar relieve y de este modo se extendió la moda de reproducir por una cara una deidad y por la otra el símbolo de la ciudad que acuñaba la moneda.

Esto es aplicable desde la India administrada por griegos, hasta el extremo occidental del Mediterráneo, también colonizado por ellos.

El presente

Hasta 1914 las monedas de casi todos los países solían ser de oro, plata y metales viles. El valor de los dos primeros se fijaba de acuerdo con el precio del mercado internacional, mientras que el de los otros metales, se proporcionaba convencionalmente y representaba un excelente negocio para los estados. Al desaparecer el respaldo oro empieza a florecer el papel moneda (los billetes), si bien sus antecedentes se remontan a Marco Polo y sus transacciones con China en el siglo XIII.

Medallística

La medallística ha jugado y juega un preponderante papel histórico por su capacidad de fijar en el tiempo acontecimientos de la más diversa índole; finales de guerras, proclamaciones de reyes o caudillos, exposiciones, etc. Sus orígenes hay que buscarlos en el Imperio Romano e incluso en la Atenas de cinco siglos antes de C, después se pierde tan noble costumbre durante la Edad Media y vuelve a resurgir en el Renacimiento de la mano de grandes artistas como Leoni o Cellini. Y en nuestros días, con la desaparición de las monedas acuñadas en metales preciosos, las medallas representan la expresión más noble del trabajo artístico en tales metales.

Los billetes

Los chinos del siglo VIII de nuestra era ya utilizaban papel moneda, impreso en papel hecho con corteza de morera y lacrado en rojo, y Marco Polo en sus viajes a aquel piáis en el siglo XIII lo emplea en sus transacciones con el Kublai Khan.

En nuestra civilización occidental, los primeros billetes fueron emitidos por el Banco de Estocolmo en 1661, pero su aceptación general no fue muy grande hasta finales del siglo XVIII. Buena prueba de ello son los innumerables recursos a los que se vieron obligados a recurrir los bancos, para que los ciudadanos «entrasen» en la circulación de una moneda tan fiduciaria como el papel. Para ello, y como ejemplo, tenemos el del Banco Nacional de San Carlos de Madrid, que estableció en 1795 un premio de 6.000 reales al escritor que con más brillantez demostrase la utilidad del papel moneda.

Pero no es hasta nuestro siglo cuando los avances en la impresión (los primeros billetes ingleses se extendían a mano y firmados con pluma, del puño del gobernador del banco emisor), en la tipografía, etc., hacen del papel moneda un verdadero arte en el que se combinan la belleza del diseño con otros elementos más prácticos, como las necesidades de seguridad contra falsificadores, la resistencia al uso, etc. Así pues, en la actualidad existe, como más tarde se comentará, una acusada tendencia a coleccionar billetes falsos, dado el gran atractivo que los falsificadores han encontrado en este campo. Hay auténticos especialistas en coleccionar los billetes más falsificados: los dólares, ya que desde el billete de un dólar, hasta los más raros de 10.000, se han realizado numerosas imitaciones, algunas muy apreciadas por los coleccionistas de rarezas. Igual puede decirse de los billetes portugueses de 500 escudos emitidos en Inglaterra en los años 20, o las libras esterlinas de 5,10,20 y 50, preparadas por los nazis para inundar el mercado financiero mundial en 1941 y que nunca llegaron a circular, pero cuyos raros ejemplares son piezas de museo.

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