Desde que en 1848, G.B. Moens estableció en Bruselas el primer comercio dedicado a este coleccionismo hasta nuestros días, con la exagerada proliferación de asociaciones, comercios, sociedades, etc., la filatelia ha recorrido un largo camino repleto de vicisitudes que se puede seguir muy de cerca por los catálogos. Los primeros se editaron en Bélgica, «Moens» y en Inglaterra, «Brown» y detallaban entre L200 y 2.400 ejemplares. En la actualidad, cualquier catálogo entre los reconocidos umversalmente, se acerca al cuarto de millón de sellos clasificados. Entre ellos, conviene destacar los editados cada otoño por «Stanley Gib-bon's» en Inglaterra desde 1863. El «Yvert et Tellier»
francés, el «Michel» alemán, el «Zumstein» suizo o el «Scott's» norteamericano. Todos ellos representan algo así como la guía oficial de cada país y sin embargo, son algo más, ya que sus informaciones y valores abarcan todo el globo, y son esperados con verdadera ansiedad para conocer, tanto las descripciones como los precios de los sellos, nuevos y usados, así como otras variedades (sobre cartas, bloques, etc.).
Colecciones famosas
En la actualidad, muchas de las grandes colecciones son producto de absorciones, fusiones, etc., y muy escasas las que pasan de generación en generación sin disgregarse. Quizá un caso excepcional por esta razón y por el valor de las piezas en su haber, sea la de la reina Isabel II de Inglaterra. Está alojada en una magna estancia en el palacio de Buckingham donde se distinguen los volúmenes encuadernados en piel roja del iniciador de la colección, Jorge V, y los de piel azul de Jorge VI, hasta un total de más de 350 tomos.
Otra colección famosa es la de Arthur Hind que se vendió en 1934 por un millón de dólares y en negociación aparte, el sello más valioso del mundo: el de 1 penique magenta de la Guayana Británica de 1856. Este sello, que entonces alcanzó una valoración superior a los 50.000 dólares, se volvió a vender en 1970 a un coleccionista anónimo australiano en 280.000.
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